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Nosotros vimos a Omar Vizquel

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(@frankpereiro)
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Béisbol 13

EFRAÍN RUIZ PANTIN
ARLINGTON, TEXAS.- Ubicados en lo más alto del estadio de los Rangers, los Camacho estaban fajados conversando entre ellos. Abajo en el terreno, Texas acababa de anotar cuatro carreras en la parte baja del séptimo y le estaba propinando una felpa de 14-1 a los Azulejos de Toronto. Se entendía que Henry Camacho y Elvira, su esposa, sus hijos Otmaro y Luz Elvira y el marido de ésta, Nick, ya no le estuviesen poniendo mucha atención a lo que pasaba en el campo. Los Camacho estaban felices. Esta familia de Coro no había venido por el juego como tal. Habían recorrido 525 kilómetros en carro desde Victoria -la pequeña localidad del sur de Texas donde viven Nick y Luz- para ver a Omar Vizquel. Caraquistas hasta la médula (menos Elvira, que es de Tiburones, pero le liga a Leones porque “¿quién los aguanta bravos?”) se habían venido preparados con toda su indumentaria del Caracas. Hasta una bandera de Venezuela cargaban con ellos. El único problema es que Vizquel no estaba jugando.
“No importa, pero por lo menos queremos hablar con él”, se consoló Luz en la parta baja de la tribuna de la izquierda, a un costado del dogout de visitantes. “Quizás sale de emergente”, acotó esperanzado el señor Henry, quien tiene 67 años y vio a Vizquel en su primera temporada con el Caracas. Dice que no ha cambiado nada. “Está igualito, igualito”, aseguró Henry. “El que ha cambiado soy yo”. La admiración de los Camacho por Vizquel no ha variado. Por eso, ahora que estaban visitando por dos semanas a Luz en Victoria, no se lo pensaron mucho para ir a verlo. Después de todo, esta debe ser la última temporada de Vizquel. Henry, Elvira y Otmaro volvían hoy a Venezuela, así que sería su última oportunidad de verlo jugando, un recurso no renovable que se va agotando con cada encuentro que pasa.
Vizquel había reiterado temprano lo que ha venido diciendo desde febrero: que este año sí dirá adiós. Él sigue amando el juego y es fácil darse cuenta. Mientras los Camacho agitan su bandera y hacen lo que sea para llamar su atención, Vizquel toma rollings en el campocorto y luego se pone en la segunda base a recibir tiros del hijo de uno de los coaches. Se le ve feliz ayudando al muchacho. La energía, la misma que mostró el sábado cuando abrió en segunda y completó un par de doble matanzas y pegó tres hits, sigue viva. Pero la decisión luce tomada. “Pase lo que pase, yo creo que no voy a seguir jugando más”, nos dijo Omar, quien tras pegar tres hits el sábado amaneció ayer bateando .179. “Creo que ya tomé la decisión de que no voy a jugar más. Los últimos tres años he jugado cada vez menos y este año no me han tomado ni en cuenta. Para estar paseando con un equipo, para eso lo hago como coach, no como pelotero”. Cuatro años de utility no han hecho al banco más llevadero. “Es incómodo, difícil. No es fácil jugar una vez a la semana y esperar que hagas algo bueno”. Sin embargo, no pierde el sentido del humor. “Yo creo que estoy aquí como becado”.
“Caramba, la última vez”, soltó el señor Henry cuando se puso a pensar en que este sería su último chance de ver a Vizquel en vivo. “Es triste”, dijo Otmaro, “ver que una persona que es tan brillante con el guante y que personalmente también es excelente no pueda seguir jugando por la edad”. Oyéndolos hablar, pensábamos lo mismo. Es difícil no ponerse melancólico cuando piensas que el pelotero que creciste admirando, y respetaste tanto cubriendo como periodista, va a colgar los ganchos. Pero los peloteros, ni siquiera esos que parecen eternos como Vizquel, no juegan toda la vida. “Esto era un sueño de él, venir a verlo”, dijo Elvira. Se refería a su marido, aunque ha podido estar hablando de sus hijos o de tantos otros miles. “Tengo como 20 años que no veo a Vizquel en un estadio, sino puro por televisión”, dijo Luz. “Tendría como 10 años una vez que lo vimos en Barquisimeto”. Ahora podían verlo de nuevo. Estaba ahí cerquita. “¿Pero no se puede acercar a nosotros?”, preguntó Elvira. “Yo después que lo vea me puedo ir para la casa”, reconoció Otmaro. “Más que juegue hoy”, se confesó Luz, “yo lo que quiero es saludarlo”.
El entrenamiento finalizó pasadas las seis de la tarde. Vizquel se dirigió hasta la zona donde estaban sus ansiosos compatriotas. Como era lógico, un gentío se amontonó buscando una foto, o una firma del venezolano. Pero él se hizo camino entre las manos y consiguió a sus compatriotas. “Él es mi papá”, le dijo Luz, “y te sigue desde que tú estabas chamito”. Omar se sonrió. Estuvo con ellos unos minutos. Les firmó unas entradas y se tomó fotos con todos antes de devolverse al clubhouse. Ellos, extasiados, se fueron después a sus puestos a ver el juego. Que terminase en una paliza, terminó siendo un regalo para ellos. “Oigan, ahí viene Vizquel de emergente”, les llamó la atención Nick. El reloj del estadio marcaba a las 10 de la noche. A esa hora, el sueño de los Camacho se había completado. Que Vizquel fallase con un globito a segunda no cambió nada. “Estamos demasiado felices”, escribiría Luz luego. Supongo que esa es una buena palabra para describir lo que Omar Vizquel logró durante todos estos años jugando pelota. Nos hizo felices.
Columna publicada en Meridiano el lunes 28 de mayo de 2012
Foto: Keith Allison/Flickr.com
 
Respondido : 16 de junio de 2012 12:20
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