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Magglio, el soldado silencioso

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(@frankpereiro)
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Béisbol 13

EFRAÍN RUIZ PANTIN
ARLINGTON, TEXAS.- “Para Magglio. La mejor temporada individual que he visto en mi vida. Te quiero. Tu manager, Jim Leyland”.
Esa dedicatoria la escribió el legendario piloto de los Tigres de Detroit en una pelota que le entregó a Magglio Ordóñez la tarde del domingo 30 de septiembre de 2007, el día en el cual se convirtió en el segundo venezolano (después de Andrés Galarraga y antes de Carlos González) en ganar un título de bateo al ligar para .363.
Fue una campaña maravillosa, quizás la mejor para cualquier venezolano en la historia de las Grandes Ligas. Que Leyland, quien dirigió a Barry Bonds, dijese eso de Magglio, dice todo lo que necesita saberse sobre esa temporada.
Pero el mensaje del manager significa más que el obvio reconocimiento al talento. Habla del aprecio, el respeto y el cariño que sentía Leyland por su dirigido, con quien compartió desde que asumió el mando de los Tigres en el 2006 hasta su último juego como profesional, en la pasada Serie de Campeonato ante los Rangers de Texas.
“Magglio fue un grandioso y silencioso compañero”, le dijo Leyland ayer a la prensa de Detroit después que se supo la noticia de su retiro. “No le gustaba la fanfarria, la notoriedad, ni hablar mucho a las cámaras. Simplemente un grandioso y silencioso compañero. Así es como yo lo pondría”.
Es probablemente la forma como la mayoría de sus compañeros describirían a este bateador derecho de 38 años.
Magglio Ordóñez Delgado (Caracas, 1974) ni siquiera hizo ruido al momento de firmar al profesional. Como Andrés Galarraga, Omar Vizquel y Bob Abreu nunca tuvo etiqueta de prospecto. Lo que hizo se lo ganó a pulso desde que firmó con los Medias Blancas de Chicago en 1991.
Cuando alcanzó la fama mantuvo la misma personalidad. Aquel jonrón que conectó en el último juego de la Serie de Campeonato ante los Atléticos de Oakland en 2006, un batazo que no olvidarán en Detroit, cambió su vida en la ciudad.
“Yo soy una persona de bajo perfil. No me gusta la atención y mucho menos el alboroto, ni nada de eso. Me gusta estar tranquilo”, nos dijo resignado en la víspera del clásico otoñal, sabiendo que eso ya no sería posible. “De verdad me gustaría que a veces la gente no me reconociese”.
Fuera del campo, siempre se expresó sin alzar demasiado la voz, lo que podía ser problemático al momento de entrevistarlo, especialmente si había mucha gente a su alrededor. Así sucedió durante esa Serie Mundial. Los reporteros debían hacer lo posible por acercarse lo más que pudiesen a Magglio si querían entender lo que decía.
El tono de su voz no le impidió expresar con claridad su posición. Cuando un grupo de jugadores mostraron su descontento antes del Clásico Mundial de 2009 con la presencia del mismo grupo gerencial que había estado en el 2006, Ordóñez estuvo a la cabeza. El movimiento ocasionó la salida de casi todo el alto mando de la selección.
Tampoco tapó su posición política (a favor del gobierno del presidente Hugo Chávez), algo poco común dentro del gremio de los deportistas, que prefieren mantener sus tendencias en privado.
“Yo creo en una cosa y nadie, porque no esté de acuerdo con eso, me tiene que hacer seguir otra”, dijo en un hotel de Toronto antes del inicio del Clásico Mundial de 2009. “Yo creo en lo que pienso y en lo que veo. Es mi decisión”.
Ordóñez también mencionó en esa misma conversación que no le molestaban las críticas, porque “en lo que uno se mete en política está expuesto a todo. A mí las críticas no me molestan, siempre y cuando estén en los términos que uno se merece. Lo que no entiendo es que si tú estás en un lado, la gente te crucifique y te ponga como una mala persona”.
Eso fue exactamente lo que pasó una semana después en Miami, cuando fue abucheado fuertemente por sus mismos compatriotas en un juego contra Holanda. Lo sucedido lo afectó. A él y al equipo, que no celebró el triunfo.
“Estaba caído”, recordó ayer Félix Hernández a aquel Magglio en el clubhouse después del juego. “Nunca entendí por qué lo abucheaban así. Pero supo manejarlo y llegamos hasta dónde llegamos. No es fácil, pero supo manejarlo de una buena manera”.

Ni siquiera entonces, Ordóñez se escondió de los medios. Esa noche salió por su cuenta a la rueda de prensa –que no era obligatoria- que se hizo después del compromiso.
“Yo no le estoy haciendo daño a nadie”, dijo con los ojos rojos. “Simplemente estoy aquí para ayudar a mi equipo a ganar. Pero lo que pasó hoy no es la realidad de nuestro país. Yo sé que en Venezuela hay mucha gente que me quiere. No les tengo rencor”.
En los momentos en los que no le estaba yendo bien, y especialmente si estaba lesionado, muchas veces su orgullo levantaba una coraza.
“¿Para qué quieren hablar conmigo?”, nos preguntó una vez cuando nos acercamos en medio de una mala racha. Después de escuchar que así como era noticia cuando le iba bien, también lo era cuando le iba mal, se sentó a conversar. El tipo amable solía salir siempre a flote.
Y de vez en cuando dejaba ver su sentido del humor. Una vez, en aquella Serie Mundial del 2006, no tenía muchas ganas de hablar y cuando vio a una nube de reporteros acercarse luego de un juego cancelado por lluvia se volteó hacia su compañero Omar Infante.
“Pero entrevisten a Omar, pues”, dijo muerto de la risa. A Infante, que apenas tomó un turno ante los Cardenales de San Luis, no le gustó el comentario.
Publicado en Meridiano el miércoles 30 de mayo de 2012
Foto: Keith Allison/Flickr.com
 
Respondido : 16 de junio de 2012 12:20
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