La ciudad de St. Petersburg ha dado un paso clave para intentar retener a los Tampa Bay Rays en la región de Tampa Bay: destinará $22.5 millones para reparar el dañado Tropicana Field, con el objetivo de que el estadio esté listo para el Opening Day de 2026. El icónico techo tipo membrana será sustituido tras haber sido destrozado por el huracán Milton, cuyos vientos de 125 mph azotaron la zona el pasado 9 de octubre.
Aunque los Rays abandonaron recientemente un ambicioso plan de $1.3 mil millones para un nuevo estadio, están aún contractual y legalmente vinculados a disputar tres temporadas más en el Trop, una vez restaurado, hasta 2028. Esto abre un compás de espera sobre el verdadero futuro del equipo, que ya este año ha jugado sus encuentros como local en Steinbrenner Field, el campo de entrenamiento primaveral de los New York Yankees, ubicado al otro lado de la bahía.
El cambio temporal al estadio al aire libre en Tampa ha sido más que anecdótico: en su primera estancia en casa fuera del Trop, los Rays dejaron registro de 4-2, mostrando cierta capacidad de adaptación al nuevo entorno. Es la primera vez en su historia que juegan como locales en un parque sin techo, lo que representa no solo una curiosidad, sino un indicio de cómo podría verse el equipo en una nueva sede a largo plazo.
El proyecto de renovación del Trop se estima en $56 millones en total. Además del nuevo techo —una estructura especializada fabricada en Alemania y ensamblada en China, capaz de resistir vientos de hasta 165 mph—, las obras incluyen el reacondicionamiento del terreno de juego, sistemas audiovisuales, concesionarios, suelos, tabiques y otras instalaciones esenciales.
La incertidumbre no solo gira en torno al presupuesto y las complejidades logísticas —como los posibles efectos de nuevos aranceles comerciales en EE. UU.—, sino también al valor estratégico de mantener la franquicia en su ubicación actual. Major League Baseball ha declarado como prioridad que los Rays permanezcan en la región, pero no ha aclarado si esa permanencia se refiere a St. Petersburg, Tampa u otro lugar dentro del área metropolitana.
Históricamente, los Rays han jugado en el Tropicana Field desde su nacimiento en 1998, una relación que ha sido tan longeva como polémica, especialmente por las críticas al diseño del estadio y la baja asistencia crónica. El intento fallido de construir un estadio nuevo como parte del megaproyecto Historic Gas Plant (valorado en $6.5 mil millones) reveló las tensiones entre el equipo, el ayuntamiento y los residentes, muchos de los cuales esperaban una mayor inversión en viviendas, museos y desarrollo comunitario.
El voto de 7 a 1 en el concejo municipal refleja la mezcla de resignación y sentido de responsabilidad contractual. Como resumió la concejal Brandi Gabbard: “Preferiría gastar ese dinero en recuperación del huracán y ayuda a los barrios más afectados. Pero estas son las cartas que nos tocaron”.
El caso de los Rays ilustra cómo, en la intersección entre deporte, política y economía, la reconstrucción de un estadio puede convertirse en símbolo de una ciudad que lucha por redefinir su papel en el mapa de las Grandes Ligas. ¿Será el Trop simplemente una parada obligada hasta 2028, o el resurgir de una relación con futuro?
El tiempo —y los próximos votos presupuestarios— lo dirán.