Ya no hacen lanzadores verdaderamente excéntricos como antes
El béisbol es un deporte cuyas reglas básicas no han cambiado en un siglo, pero cada generación aporta su propio elenco de personajes únicos. En las décadas de 1970 y 1980, el juego produjo una clase de lanzadores que capturaba la imaginación tanto de jóvenes como de adultos. No todos los juegos estaban disponibles en televisión como hoy; a veces solo teníamos destellos en los resúmenes de Mel Allen en “This Week in Baseball” o en el juego de la semana de NBC.
Dos de esos lanzadores inolvidables nos dejaron este mes: Luis Tiant y Fernando Valenzuela.
Luis Tiant, el inquebrantable de los Red Sox, era famoso por su mecánica de lanzamiento única. Giraba completamente hacia el jardín central antes de desenrollar su cuerpo y lanzar desde múltiples ángulos. Su bigote también era emblemático; en una era donde las barbas no eran comunes, su bigote se convirtió en una marca registrada.
Tiant acumuló 229 victorias en su carrera y mantuvo una efectividad de 3.30. Fue tres veces All-Star y lideró la liga en efectividad en dos ocasiones (1.60 en 1968 y 1.91 en 1972). Su estilo no solo era efectivo sino también entretenido, convirtiéndolo en un favorito de los fanáticos.
Compañero de equipo de Tiant, Bill “Spaceman” Lee también dejó su huella. Era un pensador libre que desafiaba las normas conservadoras del béisbol. Una vez bromeó sobre espolvorear marihuana en sus panqueques de trigo sarraceno para ser “impermeable a los gases de los autobuses” cuando corría al estadio. Sus comentarios y actitudes lo convirtieron en una figura controvertida pero querida.
En 1976, Mark Fidrych, conocido como “The Bird”, revitalizó el béisbol en Detroit. Hablaba con la pelota y moldeaba la tierra del montículo a su gusto. Ese año, ganó 19 juegos y lideró la liga en efectividad con 2.34, ganando el premio al Novato del Año de la Liga Americana. Aunque las lesiones acortaron su carrera, su impacto fue profundo.
Al Hrabosky, apodado el “Húngaro Loco”, popularizó la idea del cerrador en los años 70 con los Cardinals y luego con los Royals. Su ritual antes de enfrentar al bateador—incluyendo hablar con la pelota, golpear su guante y regresar al montículo con una mirada intensa—era tanto una estrategia de intimidación como un espectáculo para los fanáticos.
Fernando Valenzuela no tenía una personalidad excéntrica, pero definitivamente era único. A los 20 años, no era el típico novato delgado. Era zurdo, y durante su mecánica de lanzamiento, miraba hacia el cielo antes de lanzar una screwball que dejaba perplejos a los bateadores.
En 1981, Valenzuela electrificó Los Ángeles en lo que se conoció como “Fernandomanía”. Ganó tanto el premio al Novato del Año como el Cy Young, siendo el único jugador en lograr ambos en la misma temporada. Terminó el año con un récord de 13-7, una efectividad de 2.48 y lideró la liga en juegos completos (11), blanqueadas (8) y ponches (180).
Hoy en día, el béisbol tiene sus personalidades, y el juego es más permisivo con las expresiones individuales. Los jugadores pueden celebrar sin temor a represalias inmediatas. Sin embargo, tal vez esa es la diferencia. Antes, ir contra la norma era una declaración en sí misma, ya fuera intencional o no. Los fanáticos amaban a sus estrellas formales, pero realmente adoraban a esas personalidades excéntricas que destacaban en una época en la que la cultura no siempre sabía qué hacer con ellas.
Recordamos y celebramos a esos lanzadores que no solo dominaron en el campo sino que también nos recordaron que el béisbol es, en esencia, un juego lleno de personajes e historias inolvidables.
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